
Conocé la historia de la primera ingeniera civil de Nicaragua
Publicado el 21 de marzo, 2018
Este reportaje fue originalmente publicado en El Nuevo Diario. Ha sido reproducido en este espacio con autorización del medio de comunicación.
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A Celina Ugarte no la intimidaba ser la única mujer en un grupo de hombres. Desde que decidió estudiar Ingeniería Civil, hace más de sesenta años, supo que debería acostumbrarse a la ausencia de mujeres en su campo, tanto en Nicaragua como en Estados Unidos.
Fue la primera mujer graduada en Ingeniería Civil en Nicaragua, en el año 1958, por la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). También fue la primera mujer nicaragüense en conseguir un Máster en su carrera, en la Universidad de Kansas, y la primera doctora en Ingeniería Civil del país, título que consiguió en 1965 por la Universidad de Delaware.
“La doctora Ugarte se abre paso en la sociedad ingenieril”, escribió el diario estadounidense The Courier Journal, en la década de 1960, cuando reportaron sobre una reunión anual de la Sociedad Americana de Ingeniería Civil en Kentucky, Estados Unidos, a donde asistieron 600 ingenieros hombres.
“Ella está acostumbrada a la situación”, reportaba la publicación que destacaba el “ambiente masculino” que destilaban las convenciones de ingeniería. Varias veces la confundieron con la esposa de algún ingeniero, y ella siempre respondía: “No, yo me vengo a registrar por mí misma”.
Hoy día Ugarte tiene 87 años y vive en un barrio de la zona oeste de Managua. Aún es “una coqueta y pequeña morena”, como la llamaban los medios estadounidenses que la entrevistaron en numerosas ocasiones: mide 1.55 metros y no se deja ver si no lleva maquillaje.
En los últimos dos años, dos universidades nicaragüenses le invistieron un Doctor Honoris Causa en Ingeniería: la Universidad Americana (UAM) y la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), títulos que significaron para ella “un reconocimiento a la mujer nicaragüense por sus esfuerzos de superación, por sus luchas para eliminar esa brecha de desigualdad”.
“Tenía las cualidades para ser una ingeniera”
Celina Margarita Ugarte Peña nació en Bluefields en 1930, como la hermana mayor de seis. Su padre, Alfonso Ugarte, originario de Rivas, tenía una empresa importadora de productos estadounidenses que venían desde Nueva Orleans, y su madre, Celina Peña, de Granada, era una maestra y mecanógrafa, convertida en ama de casa tras el matrimonio.
Cuando Celina terminó la primaria, sus padres la enviaron a Managua junto con una de sus hermanas para que estudiaran internas en el colegio Madre del Divino Pastor. En Bluefields solo había colegios de secundaria mixtos, y a sus padres, “como eran muy conservadores”, no les parecía que estudiara con muchachos.
Durante su vida escolar, Celina siempre tenía los primeros puestos. Matemática era su clase preferida, y esta la impartía el profesor Armando Hernández, uno de los primeros ingenieros del país. “Fue él quien influenció mi decisión de estudiar ingeniería, porque él decía que yo tenía las cualidades para ser una ingeniera”, cuenta Ugarte, desde la sala de su casa, en cuyas paredes cuelgan sus más recientes títulos.
Al graduarse de secundaria, Ugarte regresó a Bluefields para convencer a sus padres que la dejaran estudiar ingeniería. “Ya les había escrito cartas, y me habían dicho que no, que esa no era una carrera para una hija a la que habían criado con esmero”, recuerda. Para sus padres, una carrera “apropiada” para mujeres era Farmacia, Enfermería o Docencia. Le tomó meses convencerlos. Hasta que lo logró.
La señorita ingeniera

Aunque sus padres habían aceptado que estudiara Ingeniería Civil, Celina Ugarte sabía que las condiciones y precauciones que tomarían con ella no serían pocas. El primer día de clases sus tías la fueron a dejar al recinto de la UNAN que quedaba en la Calle Colón, en la Managua de 1953. Incluso hablaron con sus profesores para asegurarse de que sería bien tratada en un salón lleno de varones.
El decano de la Facultad de Ingeniería, Julio Padilla Mena, estaba interesado en que Ugarte estudiara, pues para él sería un éxito graduar a la primera ingeniera del país, recuerda Ugarte. “Ya había habido estudiantes mujeres, pero habían dejado de estudiar. Cuando yo llegué era la única mujer, y cuando me gradué todavía ninguna otra había entrado a la carrera”, explica Ugarte.
Aunque muchos de sus compañeros se sorprendieron cuando la vieron entrar al aula de clases por primera vez, Ugarte cuenta que en general “eran muy amistosos” y que nunca vivió situaciones de discriminación por su género. “Tuve la suerte de que no me pasara nada malo, porque podría haber sido un ambiente hostil”, advierte Ugarte.
Asegura que se ganó el respeto de todos ellos cuando en el primer examen se sacó la mejor nota del salón. De hecho, Ugarte fue la mejor estudiante de su generación, y lo fue también cada uno de los cinco años que duró la carrera.
Le llamaban “la señorita”, y siempre vestía atuendos confeccionados a la medida por modistas: faldas o vestidos que combinaban perfectamente con sus aretes, calzado y carteras. “Siempre andaba bien arreglada, mi mamá cultivaba que anduviéramos bien presentables”, explica Ugarte.
Pero en las prácticas de campo de las clases de topografía y geodesia no se podía usar faldas ni vestidos. Ugarte se las ingeniaba para ponerse un pantalón por debajo de su falda y cumplir con las asignaciones. “En cuanto terminaba me quitaba el pantalón, porque en esos tiempos era mal visto andar vestida así”, recuerda Ugarte con cierta astucia, pues viste un pantalón negro de tela.
Otra de las restricciones que tenía Ugarte es que no podía asistir a círculos de estudio que no fueran dentro de la universidad o en su propia casa. “Mis tías me decían ‘no sale a ningún lado, aquí en la casa estudian’. Ellas se preocupaban tal vez de las maneras en que lo podían tratar a uno”, comenta.
Becada en Estados Unidos

Por ser la mejor alumna de su clase al graduarse, la ingeniera Ugarte recibió una beca del Departamento de Estado de Estados Unidos para estudiar un posgrado de un año. Para entonces su madre ya había fallecido y su padre, quien para entonces era dueño de una joyería, no se opuso a que viajara sola al extranjero. “Mi papá ya estaba contento porque había tenido éxito”, recuerda Ugarte.
En la Universidad de Kansas escogió estudiar una maestría en Ingeniería Civil. Aún no sabía cómo haría para costearse el segundo año de estudios, pero fue entonces cuando se le presentó una oportunidad clave en su carrera.
“Un profesor de Matemática de la universidad estaba tratando de resolver una ecuación y no encontraba la solución. Me pusieron a mí a trabajar en eso y a mí me salió. Entonces me ofrecieron una beca para el año que me faltaba de la maestría”, recuerda Ugarte, a quien también se le dio la oportunidad de ser profesora asistente.
En esa institución la animaron a que continuara sus estudios doctorales, y escogió la Universidad de Delaware, en donde culminó su Doctorado en Ingeniería Civil con especialidad en Ingeniería Estructural e Ingeniería Sísmica en 1965. Fue la primera mujer en registrarse como ingeniera profesional en el estado de Delaware y la única profesora de ingeniería en esa universidad estatal.
“Trabajé en muchas investigaciones y en proyectos, en ese entonces era como una novedad que hubiera una latina, más aún de Nicaragua, con un doctorado. En ese tiempo tampoco en Estados Unidos era común que una mujer se ganara un doctorado”, explica Ugarte.
Después de tres años logró convertirse en profesora de planta, ganándose un puesto vitalicio en la universidad.
Regresó a Nicaragua
El 23 de diciembre de 1972 Celina Ugarte regresó a Nicaragua. Esa noche asistió a una cena y al regresar a la casa de sus tías, ubicada cerca de La Hormiga de Oro, sintió la tierra estremecerse. “Me tiré de la cama, rompí una puerta de cedazo para poder salir, la casa se deshizo prácticamente”, recuerda la ingeniera. Afortunadamente, ningún miembro de su familia resultó con daños mayores.
Poco más de un mes después, el 27 de enero de 1973, Celina Ugarte se casó con Jorge Peñalba. Ella tenía 42 años y él 41.
“Yo vivía dedicada a enseñar, a estudiar, tenía muchos proyectos importantes de investigación”, responde Ugarte cuando se le pregunta por su edad al casarse, añadiendo que su vida social era muy limitada, puesto que estaba enfocada “en la academia y las consultorías profesionales”. Tampoco tuvo hijos.
Después de su casamiento, Ugarte y su esposo decidieron quedarse a vivir en Managua. Ella como ingeniera y él como pediatra podrían aportar al desarrollo de una ciudad recién destruida por el terremoto.
Durante once años Ugarte trabajó en la Universidad Centroamericana (UCA) como directora del Departamento de Ingeniería Básica y posteriormente como directora del Departamento de Ingeniería Civil. “Allí revisé el pénsum, lo cambié para actualizarlo, y trabajé en el primer programa de maestría en Ingeniería Estructural”, apunta Ugarte, quien era la única ingeniera con un doctorado en la UCA.
Retornó a Estados Unidos
En 1984, Ugarte asistió a un congreso ingenieril en Estados Unidos y recibió la propuesta de volver a las aulas de clase estadounidenses. “Dije que sí, había muchas dificultades aquí”, argumenta la ingeniera, quien partió junto a su esposo hacia California, en donde se establecieron.
En la Universidad de California fundó un capítulo de la Sociedad de Mujeres Ingenieras, como ya lo había hecho en la Universidad de Delaware. Desde esos espacios hacían actividades dentro de la universidad para alentar a las estudiantes de ingeniería, y además hacían foros y charlas con estudiantes de secundaria para motivarlas a estudiar ingeniería.
Desde la década de los 80, Ugarte trabajó como consultora en diseño de torres de comunicación, en construcciones de estructuras en regiones con alta sismicidad, mientras continuaba con sus labores de docencia.
Para ella, dejar de trabajar nunca fue una alternativa. Su esposo falleció en 2008 y Ugarte continuó con sus labores en Estados Unidos. Fue hace tres años que decidió volver a Nicaragua para establecerse.
Nuevamente en Nicaragua
Ugarte volvió a Nicaragua en 2015. Actualmente colabora con la Universidad Americana (UAM) para formar un capítulo de la Sociedad Americana de Ingenieros, en donde ella tiene una membresía vitalicia.
También es vicepresidenta de la Fundación Mirna Ugarte, una iniciativa de su familia para dar clases de reforzamiento a niños con limitaciones económicas que funciona en su casa, a donde llegan alrededor de 59 niños y niñas de primaria y secundaria que refuerzan sus conocimientos de Matemática, español e inglés con cuatro docentes voluntarios.
“Ahora todos quieren ir a la universidad”, dice con entusiasmo Ugarte sobre los niños. Algunas niñas incluso se han inspirado en su ejemplo y ahora estudian ingeniería o arquitectura.
Con más de cincuenta años siendo docente de ingeniería, asegura sentirse orgullosa de haber formado a decenas de generaciones de ingenieros, tanto en Nicaragua como en Estados Unidos.
“Muchos de mis alumnos han tenido mucho éxito, y me dicen que yo fui una inspiración para ellos. Siempre voy a un congreso y me encuentro a alguien que me está saludando y me dice que fui su profesora”, concluye Ugarte, quien continúa realizando consultorías y en junio de este año planea asistir a un nuevo congreso ingenieril en Estados Unidos, aunque probablemente ya no será la única mujer ingeniera.
Este reportaje fue originalmente publicado en El Nuevo Diario. Ha sido reproducido en este espacio con autorización del medio de comunicación.